En los últimos años del siglo II d. C., o inicios del siglo III, la mina de Las Médulas - como todas las minas de oro del Noroeste peninsular - dejó de explotarse. La explicación se encuentra en la estrecha relación que la explotación de las minas de oro tenía con el sistema monetario romano.
Augusto regularizó el sistema monetario de acuerdo a un patrón bimetalista, basado en las monedas de oro (el aúreo) y de plata (el denario). Esta reforma es un factor fundamental para entender la explotación de oro durante el Imperio Romano ya que su producción estuvo controlada por el Estado y orientada en gran medida a la acuñación de moneda. La relevancia del oro en la acuñación de moneda explica porqué las crisis monetarias del siglo III d.C. incidieron tan directamente en el final de la explotación de minas como Las Médulas. Desde entonces no se ha vuelto a extraer oro de ella.
Puesto que la minería antigua no fue reanudada nunca, los vestigios de la minería romana en Las Médulas quedaron envueltos en un halo de misterio y leyenda, fruto del desconocimiento de unas realidades cuya memoria histórica había caído en un profundo olvido.
Uno de los principales representantes de la evolución posterior de la zona es el Castillo de Cornatel, asentado en una elevada montaña en la antigua carretera de Ourense. Fue un punto fortificado esencial para la comarca; su historia se vincula a importantes miembros de la nobleza leonesa y, posteriormente, a la Orden del Temple. Testigo de la importancia de los monasterios en esta área es el vecino monasterio cisterciense de Santa María de Carracedo, clave en la obra de Gil y Carrasco y restaurado recientemente por la Diputación provincial.
(retirado de http://www.fundacionlasmedulas.org com a devida vénia)
LAS FORMAS DE EXPLOTACIÓN
Primitivamente los aluviones de Las Médulas formaron un cerro en el extremo occidental de la Aquiana, del que hoy quedan montículos y conos gigantescos que no llegaron a ser arrastrados. Los ingenieros romanos idearon y pusieron en práctica para su desmenuzamiento el sistema que Plinio llama "ruina montium".
Consiste el procedimiento en cortar y derribar, separando del resto, las masas de terreno aluvial en las que se encuentra el oro para ser arrastradas después hacia los canales de lavado.
Para su realización se procedía en primer lugar a excavar pozos y galerías subterráneas en lugares adecuados, en los conglomerados de arcillas y guijarros, entibando con maderas para impedir su prematuro desplome.
Sin duda fueron estos los trabajos más penosos de todo el procedimiento de extracción, por las dificultades y peligros que entrañaban dados los medios de la época. Siguiendo a Plinio encontramos una alusión a ellos:
"...hechas cuevas por largos espacios, cavan los montes con luces de candiles, y ellas mismas son la medida del trabajo y vigilias, y en muchos casos no se ve el día. A esta manera de sacar el oro se le llama "arrugias", y súbitamente se suelen hundir los quiebros que se hienden en su emplante, y cubren súbitamente los trabajadores, dejándolos allí sepultados, de suerte que ya parece mucho menos temerario buscar en lo profundo del mar las perlas: tanto más peligroso hemos hecho las tierras".
Hechas las galerías correspondientes, se dejaba entrar en ellas el agua, lo que producía fuertes erosiones que provocaban el derrumbamiento. De nuevo Plinio lo narra así:
"...las cabezas de los arcos se abren y hienden y dan señal de ruina. Y sólo la conoce aquel que es vigilante en la altura del monte. Éste, con la voz y golpes, manda a los obreros que de presto se aparten.".
"...quebranto el monte cae por sí mismo, con tan grande estruendo y viento que no puede ser concebido por la mente humana..."
La segunda fase del trabajo consistía en el arrastre de las tierras derrumbadas hacia los lugares del lavado donde las pepitas de oro, más pesadas, eran retenidas en el fondo por múltiples e ingeniosos medios, continuando el resto de las tierras, convertidas en barro y lodo, hasta desaguar en el Sil.
Los grandes cantos que aparecían en el derrumbe del monte oponían dificultades a su arrastre por el agua, siendo necesario retirarlos a mano y apilarlos en montículos que aún hoy pueden observarse. Los guijos y arenas arrastrados por el agua, ofrecían sin embargo las dificultades de su depósito. Pero también fueron salvadas por el ingenio romano.
Don Manuel Gómez Moreno en su obra "Catálogo Monumental de España. Provincia de León", explica así cómo se solucionó el problema de las arenas.
"Éstas, con su masa de millones de metros, eran dificultad harto grave; pero se salvó a la romana, trasladando a un valle el monte deshecho, con lo que varió aún más la topografía de aquellos sitios. En efecto: al norte de Las Médulas dilatábase amplia cañada, profundizándose y angostándose más y más hasta desaguar en el Sil por una garganta como de 20 metros de anchura, bordeada por tajos calizos, donde está el caserío de Peñarrubia. Fácil era echarlo todo por allí, si las arenas, yendo río abajo en cantidades tan enromes, no hubieran suscitado peligros irremediables para el suelo; pero se conjuró en la forma siguiente: la desembocadrua del valle fue cerrada con un dique, tal vez de fagina o de piedras en seco, no dejando pasar al río sino agua y fango; las arenas quedaban detenidas, y fueron poco a poco rellenando la garganta, y constituyendo a su vez un nuevo y enorme dique al pie del vertedero, que impedía correr las agua pluviales, derramadas en lo alto del valle, así como una parte de las que bajaban de la explotación, y se formó un embalse, un pantano, que aún dura, y el el lago de Carucedo, antes llamado de Borrenes, cuya extensión varía mucho en proporción de las lluvias y de las estaciones, puesto que ningún manantial recibe."
El desagüe a que se refiere Gómez Moreno no fue único, aunque sí el más importante. También llegaron las agua a Carucedo a través del arroyo Valderío, y en las primeras épocas de la explotación desaguaron directamente al río Sil.
(retirado de http://perso.wanadoo.es/emmcr/index.htm com a devida vénia)
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